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El estrés: el enemigo silencioso de la pandemia por COVID-19

¿Qué le hace el estrés a tu cerebro?

Vivimos en la era de los enemigos silenciosos.

La pandemia nos hizo pasar de una sociedad libre y super acelerada a una sociedad acorralada que tuvo que detenerse casi por completo.

Los peligros que esto trae son muy evidentes para muchos, pero la mayoría de las personas aun lo ignora.

El estrés forma parte no solo de nuestra vida diaria sino también de nuestra vida evolutiva.

Desde siempre, la respuesta al natural al estrés ha sido algo que acciona el proceso de selección natural para hacer frente a amenazas que ponen en peligro nuestra supervivencia. De esta forma, solo el más fuerte sobrevive.

Y es un instinto de correr o pelear.

Para nuestros antepasados, suponía una clara ventaja, pero las cosas han cambiado.

El correr o pelear ayuda a liberar el estrés que esta selección natural supone. Pero con la pandemia, no podemos correr ni pelear.

Estamos acorralados. Y esto eleva dramática y peligrosamente nuestros niveles de estrés y ansiedad.

Si ya de por sí el nuestro era un mundo muy rápido y con altas demandas en lo laboral, familiar y personal a un ritmo que no solo no decrementa, sino que se incrementa constantemente, la pandemia solo lo hizo peor.

El momento excepcional que vivimos como consecuencia de la pandemia, propicia una situación que trae mucha incertidumbre sobre la forma en que vivimos, el futuro, la salud, la familia y la situación económica.

El estrés social por la pandemia ha aumentado.

 

Al duro aislamiento social por el confinamiento se agrega que la carga de trabajo (teletrabajo, conciliación familiar, apoyo en la escuela de los hijos, etc.) aumentó considerablemente.

Y encima de todo, para muchas personas la pandemia trajo una amenaza de sus proyectos vitales y una alteración de su estilo de vida.

Pero ante una misma situación de estrés, cada persona reacciona de formas muy distintas dependiendo de variados factores (personalidad, entorno, apoyos sociales, experiencias previas, etc.).

El cómo percibimos esta situación dependerá de cuál será nuestra respuesta neurobiológica al estrés.

Si nos sometemos a un estrés muy intenso o repetido o si lo percibimos como impredecible e incontrolable, podemos tener consecuencias importantes para nuestra salud (física, mental y emocional) y muy especialmente para el cerebro.

¿Cómo puede dañarse nuestro cerebro por estrés?

 

Con episodios de estrés, nuestro organismo reacciona de la misma forma que si se existiera un proceso infeccioso, es decir, movilizando a las células que combaten una infección, aunque ésta no exista.

Esto recibe el nombre de inflamación.

El estrés puede provocar reacciones en nuestro organismo similares a las producidas por una infección, y eso incluye también a nuestro cerebro.

Aunque el estrés puede producir problemas cardíacos, digestivos y/o inmunológicos, entre muchos otros, nuestro cerebro suele ser el más afectado.

Como en todos nuestros aspectos en la vida, nuestros sistemas internos requieren de estar en equilibrio. Y eso incluye el sistema hormonal.

El cortisol, que es muy conocido como una de las diversas hormonas del estrés que genera nuestro cerebro, es necesario para regular numerosas funciones de trabajo, pero cuando éste aumenta en forma sostenida su producción y se rompe su equilibrio en el organismo, puede alterar numerosos genes que afectan al sistema inmune y a procesos tan importantes como a la neuroplasticidad.

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para cambiarse a sí mismo y adaptarse a nuevas experiencias. Gracias a ella somos capaces de adaptarnos y aprender de las nuevas situaciones, además de hacer frente a circunstancias adversas.

El problema es que el estrés actúa reduciendo la neuroplasticidad, y por tanto, afecta a cómo nos enfrentamos a los problemas.

Los cambios en el cerebro pueden ser responsables de la aparición de numerosos trastornos neuropsiquiátricos, como el trastorno de estrés postraumático, la ansiedad y, sobre todo, la depresión.

La depresión será en los próximos años otra de las pandemias con las que tendremos que convivir.

Se cree que será la enfermedad más diagnosticada en las próximas décadas. Posiblemente una de cada seis personas sufrirá al menos un episodio de depresión a lo largo de su vida.

Si, como lo he explicado, la plasticidad nerviosa del cerebro disminuye por el estrés, y la persona tiene menos capacidad para hacer frente a los desafíos de la vida y menos recursos físicos y mentales para enfrentarse a los problemas diarios.

Por todo lo anterior, es que una persona puede llegar a caer en un estado que se conoce con el término de desesperanza.

Aquí hay una buena analogía:

Piensa en cómo nos sentimos cuando tenemos una infección.

Estamos más cansados, sin energía, sin ganas de hacer nada. Y pasa igual cuando tenemos altos niveles de estrés y ansiedad.

Además, la exposición al estrés también modifica el comienzo y el curso de muchas enfermedades neurodegenerativas, entre ellas la enfermedad de Alzheimer, que entre otras cosas se relaciona con alteraciones inflamatorias y de la plasticidad nerviosa. Justo las mismas que induce el estrés.

Existen múltiples estrategias que podemos usar para reducir las consecuencias del estrés: el ejercicio físico, una alimentación equilibrada, los apoyos sociales y la meditación.

En Estrategias de Aprendizaje, podemos también ayudarte con nuestro Curso de Manejo del Estrés, la Ansiedad y el Enojo, así como nuestro Servicio Profesional de Psicoterapia Humanista, para ayudarte a deshacerte del estrés en general y el producido por la pandemia.

Hay que tener mucho en cuenta diversas estrategias para afrontar y manejar la situación generada por la actual pandemia.

 

 

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